Al parecer, la apetencia por las imágenes que muestran cuerpos dolientes es casi tan viva como el deseo por las que muestran cuerpos desnudos. - Susan Sontag
Foro: Ética en las prácticas de investigación artística
Miércoles 11 de septiembre, 3:00 p.m.
Modera: Douglas Salomón
Ponentes: Rolf Abderhalden, cofundador de Mapa Teatro, y Eduardo Gómez, abogado.
De asuntos éticos vienen algunas notas razonadas (sentidas) y consignadas durante el foro Ética en las prácticas de investigación artística, realizado en nuestra Facultad hace unos días. También de otros documentos que admiten la ambivalencia del término según el contexto y los espacios, las prácticas y quienes las leen. Se me ocurre que en una discusión sobre la ética en las prácticas artísticas no podría haber más sinónimos e implicaciones que lo vertiginoso y lo desvanecido. La ética parece un concepto cuya complejidad reta a la racionalidad calculada, procedimental, y así es como se cuela al campo artístico; cuestionando la racionalidad fría, de manual, de cartilla, mirando hacia nuestras relaciones y nuestros encuentros con la otredad. ¿Dónde comienza el misterio?
¿Y si una cuestión no es racional, es entonces irracional? No. Si una cuestión no es racional es entonces emocional, sensitiva o afectiva, y allí la ética tiene otro alcance, sobre todo en el arte.
¿Qué se dice, entonces, sobre la ética en las prácticas de investigación artística, en los proyectos de investigación-creación? En estas breves ―muy breves― notas se hará referencia, sobre todo, a la ética con relación a la representación en las artes escénicas, o como le han llamado, a las artes vivas. Pero también podría pensarse uno en la ética en el documental cinematográfico, o en la investigación musical, en la representación pictórica, a lo mejor. Sentado en el auditorio me remitía del conversatorio a otros espacios, momentos del arte (principalmente del cine) en donde asuntos éticos han tenido una resonancia significativa; pienso ahora en las discusiones éticas que han suscitado producciones como La vendedora de Rosas o Los reyes del mundo, de las que se acusa explotar realidades marginales. Discusiones que llevan a preguntarse, además, en la necesidad de romper con lo ético de vez en cuando.
Nota #1
En Ética de la representación, José Antonio Sánchez dice, refiriéndose a la representación teatral, que esta incluye varios ―y considerables― problemas: 1) La legitimidad para representar a otra persona (hacerse pasar por él o ella, representarlo, imitarlo, hacer una mímesis de su vida), 2) La legitimidad de uno, actor, para convertir a ese alguien, ese ente, en persona representativa de una situación social que se está escenificando, y 3) La manifiesta incoherencia entre la majestuosidad de la práctica artística (lo virtuoso y lo brillante de la puesta en escena) con relación a las condiciones reales de esas situaciones que se están r e p r e s e n t a n d o.
¿Cómo se determina que no hay ética? Porque la (re) presentación afecta a los demás; se desdibuja, se pierde. Algunos dicen que ética y representación son ideas inconexas, incoherentes.
Nota #2
Que la ética tiene lugar en la vida, en el encuentro, no en la representación de los encuentros. Por eso hablar de una ética de la (re) presentación es hablar de una ética del cuerpo. Por eso se pone el cuerpo en el centro; es el nodo, el eje del pensamiento (Rolf), tal como lo es para Mapa Teatro y su ideal en contra de la representación, mejor de la a u t o (r e) p r e s e n t a c i ó n, o de la presentación del mismo cuerpo transgredido que decide qué contar, del mismo cuerpo testigo de nuestras crueldades y no del actor que (re) representa al cuerpo quebrantado, al cuerpo ausente ¿La performance, entonces?
Sin embargo (y este soy yo opinando) en la representación hay mucho de disrupción, y esta se hace importante cuando se recuerda el sentido político del arte, una experiencia social en la que se despliega la práctica como una forma para demostrar que algo carcome al mundo, que estamos p o d r i d o s, que se podría disponer de la representación porque intenta acercarnos a nuestras marginalidades y periferias, a nuestros centros vulnerados (aunque en la representación no exista lo real, hay un discurso que se mantiene). La otra cara de la representación no es más que una forma de mediar, de crear empalmes en los que se pone algo de manifiesto con un sentido, una pertenencia o una responsabilidad social frente a la que otros reaccionan y hacen conjeturas, nos interrogan o nos aplauden. ¿Una Ética del compromiso podría interpelar a esta Ética de la representación?
Quiero ver arder la discusión, siempre.
Sobre el autor:
Juan Pablo Laguna es coordinador editorial de Nexus egresado de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Valle. Se ha interesado por el trabajo periodístico con enfoque antropológico y la narrativa de ficción. Fue finalista del Premio de Periodismo Universitario Orlando Sierra Hernández con su crónica El alma acuñada.