Cuando tenía diez años, soñé que un militar me disparaba en la cabeza. La impresión de la muerte me levantó en un instante mientras las lágrimas caían sobre mi rostro. Mamá me dijo que aquel día hablé dormida y que se sorprendió al escucharme sollozar. Al crecer, tuve otros sueños relacionados con la guerra. Hace poco soñé que un grupo armado nos detenía en plena carretera, y nos obligaba a tirarnos al suelo mientras nos amenazaban con sus armas de fuego. No podía verles el rostro, pero me asustaba su monstruosidad. Me cubrieron la cara y me llevaron a un laboratorio. En ese mismo espacio yo misma me convertí en un monstruo, en un ser amorfo que se reveló con furia ante el sometimiento. Esa noche tuve otra pesadilla y me levanté aterrorizada: pensé que el monstruo de mi primer sueño me había dominado completamente.
Fragmento del video-ensayo Sueños de guerra en tierra de oro
Soñar
en la tierra
de oro
Este video-ensayo recoge experiencias oníricas alrededor de la guerra. En él, hay historias narradas a través de textos poéticos que toman sueños y vivencias mías y de personas cercanas que habitamos en Santander de Quilichao, municipio en el norte del Cauca. Las historias están articuladas con una reflexión personal sobre la guerra y sus imágenes, y muestran distintos espacios de esta tierra caucana: el río Quilichao, los parques Francisco de Paula Santander y Simón Bolívar, el Puente Víctor Gómez y los murales en diferentes partes del municipio. Algunas imágenes de archivo de Santander de Quilichao desde el año 1910, y los registros de mi familia se descubren también en este ensayo, además de algunos materiales relacionados con la guerra en Colombia, captados por los medios de comunicación del país o por entidades internacionales.
Este ensayo de experiencias oníricas alrededor de la guerra no es particular, no sólo transmite mis relatos personales y las experiencias que he vivido y soñado; también permite vínculos con otras personas. Así, compartir los sueños sobre la guerra se convierte en una forma de diálogo que, de alguna u otra manera, tienen un efecto de catarsis colectiva.
Por lo general son andantes: descubro qué es un sueño estando dentro de él. Hay frases, patrones y claves con que el consciente reta al subconsciente. Los sueños han sido importantes en mi vida; generalmente sólo recuerdo las últimas partes. Al despertar, anoto estas experiencias oníricas en un diario donde pongo en palabras mis pensamientos. Me pregunto si aquellas cosas que sueño tienen algún vínculo con mi realidad en un estado de vigilia. Para mí, han sido una suerte de comunicación conmigo misma. Con los sueños, mis emociones, deseos, preguntas, anhelos y miedos se han manifestado a través de diferentes representaciones. Con ellos he podido volar, he resuelto problemas (desde los lógico-matemáticos hasta los que involucran relaciones personales), he abrazado a mis muertos e, incluso, he imaginado el dolor que punza segundos antes de la muerte, porque sí, he soñado con mi propia muerte. Son sueños que se convierten en pesadillas; pesadillas que se asocian al temor de perder la vida en el territorio que me vio crecer: Quilichao, que en lengua pijao significa “Tierra de Oro”, tierra atravesada por el río Quilichao y rodeada de tres cerros principales. Aquí he enfrentado la violencia y los discursos a su alrededor, y desde mi infancia he cuestionado el papel del Estado en la perpetuación de la guerra.
Por su ubicación estratégica, el norte del Cauca tiene salida directa al mar por el río Naya. Aquí se han creado alianzas entre la fuerza pública y actores del narcotráfico o de la minería ilegal, que buscan controlar los corredores estratégicos para mover la droga. En general, este departamento ha sido un escenario de disputa territorial entre diversos grupos armados que han propiciado la emergencia de redes de narcotráfico, armas y movilización de tropas hacia el occidente y centro del país. Según el Registro Único de Víctimas con corte al 2022, más de 496.518 personas se han visto afectadas por el conflicto armado en el Cauca, una tercera parte de la población total del departamento.
Hoy me pregunto: ¿son estos sueños alrededor de la guerra sólo parte de mis vivencias personales?, ¿podrían llegar a ser experiencias que nos conecten con otras personas y así trascender el ámbito personal y la vida interior del soñador?, ¿compartir nuestros sueños sobre la guerra puede convertirse en una forma de diálogo con un efecto de catarsis colectiva? Así, pensarse lo onírico no sólo implica centrarse en el ámbito personal y observar las trayectorias individuales, sino que también se hace pertinente trascender hacia los demás. Las relaciones sociales y el entorno del soñador juegan un rol importante, mientras que el individuo y su vida dejan de ser el único punto de partida para la interpretación.
Me parece importante resaltar el estudio de Marcos Tobón, quien expone diferentes casos etnográficos en que los sueños participan en procesos comunicativos, de aprendizaje y comprensión de las inquietudes formuladas en un abordaje antropológico. En este sentido, los sueños experimentados por el etnógrafo y sus interlocutores pueden verse como herramientas de acceso a conocimientos e ideas sobre la realidad. En particular, presenta el caso dado con los indígenas muina (uitoto) y muinane de la Amazonia colombiana, en donde sus sueños y los de algunos indígenas abrieron la discusión para la comprensión de la realidad y las actuaciones sobre la misma. El tema central del estudio fueron las respuestas culturales que los indígenas utilizan para defender su autonomía ante la presencia de los protagonistas de la guerra en su territorio.
Tal vez, esta curiosidad por lo onírico sea parte de una tradición heredada de mis raíces indígenas, quienes han conferido una especial atención a los sueños y sus significados. A continuación, comparto algunos textos cortos que he construido pensando en estas experiencias:
Texto 1: No podía despertar
En la madrugada, aún sollozaba. No podía despertar. La lluvia helada de un sueño intenso la había congelado en ese mundo, tan parecido al terrenal y al mismo tiempo tan distante. En su andar, lento, apacible, las hojas verdes y el rocío se aferraban a sus pies. La Tierra de Oro era un lugar desconocido, errático, solitario. Y no podía despertar. Sus pasos eran guiados con la dirección del fusil. A la cabeza, el cuello, la espalda. ¡Sigue! ¡Adelante! Las botas negras sobre los pies descalzos y el vasto camino, sin dirección. Finalmente, apunta a la frente. Tiene sólo diez años y sus padres no saben que está ahí Un corazón agitado ante la inminente muerte. Gritos, desesperación y al final el ruido ensordecedor. En tierra selvática, aún no puede despertar. Pero se dice: ¡Despierta! Hay gotas de lluvia sobre tu piel infantil.
Texto 2
Las lágrimas de un dios inundaron aquellas calles polvorientas. Tenía los pies descalzos y caminaba sin rumbo. Nadie notaba mi presencia. ¿Era acaso un espectro con visión? ¿Un espectro descalzo, anónimo, secreto, olvidado, vulnerable? En ese mundo, seguí vagando. Vagando a la deriva, cruzando el mar. Hasta que la vi: Una colosal puerta en la senda de lo desconocido. Donde los transeúntes, armados de zapatos, entraban sin pedir permiso, y sin pedir perdón. Pisaban la blanca baldosa, el blanco camino, con la seguridad innata del humano dominante. Un hombre enorme y de expresión ausente, me negó el paso, pues todos lucían zapatos, excepto yo. Me quedé absorta y esperé, confundida por mi falta de calzado.
Texto 3
Mayo 13: Tengo una angustia que crece en lo hondo del pecho. Será que va a pasar algo en el camino, mejor no voy. Viene a la mente mi hermano. Me fui ocupando e ignorando lo que sentía. Tal vez es ansiedad, pensé. Al caer la noche, la familia compartía el pan y el vino. Fui por la merienda y me senté hacia la puerta de la calle. Entró un hombre cubierto con risa de payaso. Me quedé observándolo sin pensar nada malo. ¿Será alguna broma? Pero el hombre traía un arma y empezó a disparar. Corrimos hacia la esquina de la pared El patio estaba totalmente oscuro. Solo escuchábamos tiros. El tiempo era largo y pasaba lento. Como en el sueño, uno de los hombres nos apuntó a la cabeza. "Bueno, nunca pensé que iba a morir tan joven”. Las mujeres seguían llorando; tres hombres vieron su vida pasar, y mi hermano, mi hermano se levantó de entre los muertos.
Texto 4
En la casa blanca a la que siempre vuelvo,
un grupo de hombres armó un tiroteo en pleno mayo.
A las balas que rasgaron las paredes,
respondí con la tierra silvestre que aleja todos los males.
Ruda, tomillo y sábila crecientes,
Fueron amuletos de protección y bendición.
Una tierra indomable que cubrió mi cuerpo para ahuyentar el mal,
Y me bañó con su verde para hacerme una con ella.
Me animó a darme a la huida, y me dio la mano.
Pero no recordó que el infortunio seguía ahí.
Presente, jadeante y furioso,
con necesidad de ruina y dolor.
Con estos insumos: lecturas, imágenes que he grabado, imágenes de archivo recuperadas de diferentes medios, experiencias, reflexiones, conocimientos y reconocimientos, sueños y textos que había escrito, creé este video-ensayo que, una vez más, parece ser un tejido hilado a partir de las experiencias de varias personas, y aunque la reflexión es personal, es una forma de dialogar en medio de esta guerra. En medio de este municipio víctima de la violencia.
Fragmento del video-ensayo Sueños de guerra en tierra de oro
Conoce el video-ensayo pulsando sobre la imagen
Este videoensayo y las reflexiones escritas por su autora fueron parte de un ejercicio de lecturas, debates y derivas realizado en el curso electivo Justicia poética en el país de las emociones tristes, ofrecido por la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Valle en el segundo semestre de 2022. El docente Miguel Tejada Sánchez estuvo a cargo de las sesiones.
Sobre la autora
Angie Hurtado es estudiante de últimos semestres de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Valle, y egresada del Programa de Economía de la misma institución. Sus intereses diversos abarcan la fotografía, la escritura y la investigación, por lo que ahora trabaja como Joven Investigadora en el proyecto Huertas Urbanas de Cali: Hacia una propuesta de cambio, patrocinado por el Fondo de Ciencia, Tecnología e Innovación del SGR. Ha participado como Directora de Fotografía y Foto Fija en diferentes producciones cinematográficas de ficción y documental: Fragmentos de otra vida, Desposeídos y La Pintada, y fue fotógrafa en el proyecto Memoria, Familias y Verdad de la organización Chicas Poderosas Colombia, al liderar el proyecto fotográfico Los silencios de la paz. Ganó la convocatoria Rompe el Cristal Killary Cinelab, laboratorio de guiones con perspectiva de género, con el proyecto Llueve adentro, un cortometraje de ficción que narra la historia de una joven estudiante de música que padece de ceguera. Realizó registro sonoro y fotográfico para el podcast Memorias de Mama Agustina, proyecto ganador de la Convocatoria Jóvenes en Movimiento del Ministerio de Cultura en el año 2021.
No te imaginas lo orgulloso que me siento de ver lo grandes que están y lo lejos que van caminando, doy gracias a la vida por conocer a la persona detras de la voz narrada, que Dios te bendiga mi hija preciosa.
Pd: siempre recuerdo a tu tia ✨ en el alba y venus